En 2008 inventamos el carrito autónomo sin saberlo

En 2008 inventamos el carrito autónomo sin saberlo

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[vc_row][vc_column][vc_column_text]Dentro de la serie “Casos de Innovación Real” rescato un proyecto antiguo que no vio la luz, con doble finalidad: compartir el proceso de innovación con el que llevamos dos décadas trabajando desde DOMO, y compartir los insights, ideas y descubrimientos sobre el caso en particular, por si a alguien o alguna empresa les pudiera resultar de utilidad. Y es que prefiero compartir a que el conocimiento quede encerrado en una carpeta del Dropbox.

Este proyecto lo realizamos en 2008, cuando el primer Iphone acababa de salir, las redes sociales aún no habían eclosionado y la ola del emprendimiento estaba sólo en la imaginación de las mentes más visionarias.

El cliente, una gran empresa industrial (500 trabajadores) con fábricas en España, China y EEUU y distribución en los 5 continentes, quería revisar el diseño de los bancos de trabajo y enrolladores de manguera de los talleres de reparación y mantenimiento de vehículos. Era el tercer encargo con un cliente muy satisfecho con los dos anteriores, que fueron un éxito de mercado.

En nuestro proceso de innovación, creado por mí en torno a 2003, realizamos 3 acciones de forma no lineal: Entender, Crear y Hacer realidad.

En la fase ENTIENDE, además de entender el contexto Empresa (situación, estrategia, recursos, etc.) nos interesa entender dos contextos más: hacia dónde se mueve el mundo (con nuestra herramienta Honest Trends) y sobre todo entender a los usuarios finales de esta innovación. En este caso identificamos como usuarios finales profesionales a los trabajadores de esos talleres (en sus distintas categorías) y como usuarios finales particulares a los propietarios y conductores de los vehículos. Por un tema de presupuesto nos centramos más en los profesionales pero teniendo siempre presentes a los particulares.

Cuando decimos “nos centramos en los usuarios” llevamos esa expresión a su máximo grado. Es decir, no nos centramos en cómo esos usuarios usan los productos existentes en el mercado, sino en cómo es su día a día, qué trabajos quieren conseguir, cuáles son sus aspiraciones, metas y deseos o qué les “duele”.

Nos interesan ellos, no los puntos de contacto de nuestros productos con ellos.

Para ello utilizamos técnicas de investigación etnográfica basadas sobre todo en la observación. Así que cámara y libreta en mano (recuerda que lo del smartphone no se llevaba en aquella época 😉 ) nos fuimos a hacer el trabajo de campo en varios talleres de vehículos. Las técnicas que utilizamos fueron el Field Observation Tour, Shadowing, entrevistas contextualizadas, etc. y en la oficina otras técnicas similares a lo que hoy llaman Customer Journey Map.

Descubrimientos

A modo de resumen descubrimos que hay 4 cosas a las que aspiran en ese tipo de talleres:

El espacio

El espacio es dinero, y si podemos atender a 12 vehículos a la vez en lugar de 8, es más dinero y un servicio más rápido para el usuario final particular.

El orden y la limpieza

Existen muchos equipos y herramientas en este tipo de talleres y se trabajan con varios tipos de sustancias, además de que los vehículos vienen de la calle, trayendo consigo suciedad. El orden y la limpieza dependen de cada trabajador. Sería ideal que no dependiera de cada trabajador, sino que hubiera algo que facilitara o que “obligara” a todos a mantener estos parámetros.

El tiempo

El tiempo también es dinero y calidad de vida en el caso de este tipo de trabajo.

La seguridad

La seguridad de que estás haciendo a cada vehículo lo que le toca, de que estás llenando con el líquido adecuado el depósito adecuado, de que no se da ningún golpe a un vehículo dentro del taller, de que un operario no se dañe, etc.

Nuestra solución

Con estas 4 premisas que nos indican qué tiene valor para nuestros usuarios, pasamos a la fase CREA donde creamos las soluciones que aportan ese valor.

Nos dimos cuenta de que en nuestro encargo no se había contemplado uno de los elementos que más conflicto crean y que más pueden ayudar a conseguir esas 4 aspiraciones de los usuarios: los carritos de herramientas.[/vc_column_text][vc_single_image image=”5488″ img_size=”full” alignment=”center” image_hovers=”false” css=”.vc_custom_1555266569178{margin-bottom: 15px !important;padding-bottom: 15px !important;}”][vc_column_text]Diseñamos un sistema de carritos de herramientas, banco de taller y enrolladores de manguera con un material novedoso en aquella época y más en ese sector donde el acero era el rey: el EPP. Es un material robusto y ligero (mejor para transportar los carritos), que absorbe bien los impactos (no daña los vehículos), que no requiere de un proceso como el pintado (ahorra dinero, es más ecológico y evita el mantenimiento), es resistente a la abrasión mecánica y química (de los líquidos de un taller), soporta bien la suciedad (evitando tener que limpiarlo con frecuencia) y es un material que a diferencia del resto de los polímeros, no precisa de aditivos como el CFC (clorofluocarbonos) en su fase de conformado, solo vapor de agua, siendo además 100% reciclable. Y con este material construimos toda la serie de productos.

Quisimos erradicar de los talleres su sentido de espacio de trabajo “duro” por un espacio “soft” blando, redondo, amigable con las personas, algo similar a lo que posteriormente fue la evolución de las “skills” a las “soft skills” en el mundo del management.

Además quisimos “digitalizar” los carritos de herramientas, antes de que se popularizara el término “digitalización”. En aquella época las fichas de los vehículos que debían ser atendidos estaban en papel cubiertas por una funda de plástico. Una vez chequeado el vehículo, si querías comprobar la disponibilidad o precio de algún recambio debías abandonar el mismo e ir a una oficina, o si querías registrar el diagnóstico y tratamiento realizado debías escribirlo en el papel y luego alguien (que igual no entendía tu letra) debía pasarlo al ordenador. Esto es sólo un ejemplo de cómo eran los procesos en los talleres.

Nuestra solución incorporó un pequeño ordenador conectado, con una pantalla abatible y una batería. Además un sistema de conexiones fáciles permitía alimentar de ciertos fluidos a los vehículos a través del propio carrito.

Quisimos dotar de mucha autonomía a este carrito ya que era el único equipo que siempre estaba junto a lo que debería ser el centro del taller, el vehículo.

Por si fuera poco, estos carritos debían cargar la batería por la noche por lo que obligamos a los operarios a colocar su carrito al final de la jornada en su estación de carga (resuelto lo del orden ;-). Para facilitárselo creamos una conexión rápida (tipo a que hay en la base de los teléfonos DECT o de la Thermomix). Era llegar y aparcar, sin tener que agacharse para enchufar nada.

Pasado un tiempo, ya en la era de los vehículos autónomos, nos dimos cuenta de que esa hubiera sido la evolución natural de nuestra propuesta. ¿Quizás los AGVS de ASTI Robotics puedan implantar el carrito autónomo en los talleres industriales? Quien lo sabe…

Rematamos el diseño con un sistema único de cajones en forma de flecha (en lugar de ser planos) que permitía colocar en el carrito algunos elementos como las conexiones y las baterías, a la vez que se aprovechaba mejor el espacio para guardar herramientas y otro material en dichas bandejas. Y pusimos un banderín como en los “coches de choque”, con un color y/o número para que cada operario identificara rápidamente su carrito (tiempo).

El resto de la serie fue concebida en la misma línea, de forma modular y resolviendo algunos de las necesidades detectadas en la fase Entiende. A lo que se debía añadir un software para la gestión de todo el sistema, siempre poniendo en el centro al usuario y a los vehículos, en lugar de los equipos, como se estaba haciendo hasta entonces.

Y por supuesto, siendo sello de nuestra consultora (la mayor parte de los proyectos los acompañamos hasta su lanzamiento al mercado), hicimos un primer pre-estudio de viabilidad económica y técnica. A modo de ejemplo, a los pocos meses descubrimos en una feria del sector que este material (EPP) estaba empezando a usarse en estos talleres a modo de bandejas de herramientas o en el equipo de cambiado de neumáticos. Y por otro lado, años después las tablets y otros elementos de digitalización empezaron a invadir estos talleres. Parece ser que no íbamos tan desencaminados ;-)[/vc_column_text][dt_media_gallery_carousel image_sizing=”proportional” image_border_radius=”0px” slides_on_wide_desk=”1″ slides_on_desk=”1″ slides_on_lapt=”1″ slides_on_h_tabs=”1″ slides_on_v_tabs=”1″ item_space=”0″ el_class=”slider” project_icon_color=”#ffffff” project_icon_border_width=”0px” arrow_bg_width=”36x” arrow_border_width=”0px” arrow_icon_color=”#000000″ arrow_icon_border=”n” arrows_bg_show=”n” arrow_icon_color_hover=”#e4744c” arrow_icon_border_hover=”n” arrows_bg_hover_show=”n” r_arrow_icon_paddings=”0px 0px 0px 0px” r_arrow_v_offset=”0px” l_arrow_icon_paddings=”0px 0px 0px 0px” l_arrow_v_offset=”0px” include=”5497,5500,5501,5499,5498,5502″ css_dt_gallery_carousel=”.vc_custom_1555276437965{margin-bottom: 25px !important;}”][vc_column_text]El caso es que, por distintos motivos, a nuestro cliente (trabajamos directamente con el propietario y CEO de la compañía, como no puede ser de otra manera) no le encajó esta propuesta. Rehicimos el brief y le presentamos un banco de trabajo modular en aluminio, el cual le encantó.
Y así fue como este proyecto de innovación disruptiva para la época pasó al cajón del olvido, él y toda la información que en él generamos. Hoy esta información se abre ante los visitantes, para honrarla y que no quede en el olvido.

¿Alguien se apunta a sacarle partido?

Si decides hacer algo con ella me encantaría que lo compartieras al igual que yo lo estoy haciendo con este proyecto. Me alegrará saber que sirve para algo.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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